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El presidente Trump es diagnosticado con insuficiencia venosa crónica. Esto es lo que se sabe de su condición
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue diagnosticado con una afección vascular. Su equipo médico asegura que su estado general es “excelente”
El presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, de 79 años, fue diagnosticado con insuficiencia venosa crónica (IVC), según confirmó la Casa Blanca el pasado 17 de julio. El parte médico se emitió luego de que se viralizaran imágenes donde el mandatario aparecía con hinchazón en las piernas y un moretón visible en la mano derecha, lo que generó especulaciones sobre su salud. Aunque el equipo médico descarta complicaciones graves, el diagnóstico abre incertidumbre que atraviesa fronteras.
Qué es la insuficiencia venosa crónica
La IVC es una condición común en adultos mayores que ocurre cuando las válvulas venosas de las piernas se debilitan o dañan, dificultando el retorno de la sangre hacia el corazón. Como consecuencia, la sangre se acumula en las extremidades inferiores, provocando hinchazón, pesadez, calambres, cambios en la piel (enrojecimiento, pigmentación oscura) y, en casos avanzados, úlceras venosas.
No se trata de una enfermedad incapacitante, pero sí de un padecimiento que requiere monitoreo constante y cuidados físicos. Según el Dr. Sean Barbabella, médico presidencial, Trump no presenta signos de trombosis venosa profunda ni insuficiencia cardíaca o renal, y su estado general es “excelente”. El tratamiento incluye medias de compresión, elevación de piernas, dieta baja en sal y ejercicio regular.
La salud presidencial como hecho político
La salud de un jefe de Estado no es solo una cuestión médica: es una variable geopolítica. En países como Estados Unidos —con peso estratégico en el orden global— la integridad física del presidente está íntimamente ligada a la estabilidad institucional, la continuidad de la política exterior y la percepción de liderazgo. Cuando un presidente enferma, aunque sea levemente, el mundo lo observa.
El caso de Trump es particularmente sensible. Su regreso al poder en enero de 2025 marcó una nueva etapa para Estados Unidos, con menos compromisos multilaterales. Su estado de salud, aunque clínicamente leve, puede generar incertidumbre diplomática, sobre todo en contextos de conflicto como la guerra en Ucrania, las tensiones con China o el retroceso de derechos humanos en la frontera sur.
La historia muestra que las enfermedades presidenciales rara vez se gestionan con transparencia. Franklin D. Roosevelt gobernó gran parte de su mandato en silla de ruedas por el polio, ocultando su condición al público. Woodrow Wilson sufrió un derrame cerebral en 1919 y su esposa gobernó en secreto durante meses. En América Latina, Hugo Chávez ocultó durante años su diagnóstico de cáncer, hasta que la enfermedad marcó su salida definitiva del poder. En todos estos casos, la enfermedad no fue solo física: fue también territorio de disputa política. Incluso en democracias consolidadas, los cuerpos presidenciales tienden a gestionarse como símbolos de continuidad, vigor y autoridad.
El presidente ha seguido con sus actividades públicas: lideró reuniones en la Casa Blanca y apareció en video, de pie, sin muestras evidentes de debilidad.
A menos de un año de cumplir 80 años, el presidente más longevo en funciones en la historia de Estados Unidos enfrenta ahora no solo los desafíos diplomáticos y domésticos de su segundo mandato, sino también el desafío de envejecer bajo los reflectores del poder.