
Ser adolescente otra vez: Lucía Uribe y el arte de desafiar lo binario
En una entrevista íntima que revela los pliegues más profundos de su creatividad, Lucía Uribe abre las puertas de su proceso creativo en "Miguel Ángel", un unipersonal que trasciende fronteras corporales y culturales.
Ser adolescente ya es complicado. Ahora, imagina serlo de nuevo, en el escenario y, además, desde el cuerpo de un varón, siendo mujer. Lucía Uribe, protagonista de Miguel Ángel, hace fácil lo complejo, sumergiéndose en el personaje con una naturalidad que borra las líneas entre género, edad y experiencia. "Es más sobre lo que siente y cómo lo vive que sobre cómo ‘actuar como un hombre’", dice. En el proceso, encontró una libertad inesperada: la posibilidad de jugar con ese no sentirse 100% femenina ni 100% masculina, de moverse entre los límites de la identidad sin restricciones.
La obra, nacida en Argentina y ahora en México, lleva consigo la esencia de ambos países. Con el humor característico del teatro independiente argentino y una historia profundamente mexicana, la puesta en escena se mueve entre culturas con una fluidez sorprendente. “En Argentina no se conoce mucho la historia de Tenochtitlán, pero de alguna manera conectaban”, explica Uribe. En México, en cambio, los guiños históricos resuenan con la memoria colectiva, haciendo que la obra se sienta aún más cercana para el público local.
En tiempos dominados por lo digital, Uribe ve en el teatro un acto de resistencia. En un mundo de pantallas y contenido efímero, estar en una sala oscura, sin distracciones, compartiendo una historia en vivo con desconocidos, es casi un ritual. "El hecho de que haya 100 personas sentadas viendo a un elenco en escena me parece maravilloso", dice. Y aunque el cine y las series le apasionan, el teatro sigue siendo su gran amor.
Esa libertad y cercanía es lo que mantiene vivo el teatro independiente: historias nacidas de la urgencia creativa y la necesidad de contar algo genuino. "Hay algo justo del teatro independiente que surge a partir de las ganas, las ganas, las ganas de juntarse con dos personas, en este caso Lucía Maciel, Paula Grinszpan y yo, que admiras, que amas lo que hacen, que en el sentido del humor te sientes afín".
Más que una obra, Miguel Ángel es una invitación a mirarnos de otra manera, a recordar esa adolescencia que nos marcó y a cuestionar las etiquetas con las que crecimos. Uribe lo describe como un regalo, pero también es un desafío: habitar otro cuerpo, otra historia, otra forma de sentir. Y en ese juego de identidades, en esa búsqueda de libertad en el escenario, se cuela algo más grande: la posibilidad de que el teatro siga siendo ese espacio donde lo imposible se vuelve real, aunque solo sea por un rato.