
¿Se puede separar al autor de su obra? Lo hacemos todos los días
Por Ulises Hadjis
Si bien la separación del artista y su obra es un tema que hemos discutido como sociedad desde hace mucho, a partir del movimiento #metoo y la cancelación de diversos creadores en distintas industrias culturales la temática ha tomado una nueva relevancia. En resumen, el movimiento buscaba denunciar abusos de hombres en situaciones de poder, ya que al no haber condiciones jurídicas para que dichos abusos tuvieran consecuencias legales palpables, la meta era que al menos se les despojara de sus privilegios como celebridades y que con eso se redujera su posibilidad de hacer más daño. Luego que varias personas del mundo del espectáculo quedaran “canceladas” no puedo evitar preguntarme: ¿qué hacer con su obra?
Comienzo el argumento con mi postura: dicha obra debe dejarse existir en el mundo y debe permitirse su consumo sin ningún tipo de recriminación. Primero, porque como dijo Barthes, ninguna obra pertenece a un solo autor sino a múltiples personas: incluso un poemario no tiene sólo al poeta como autor; también tiene a su editor, a quién eligió la tipografía, a quién diseñó la portada, a quién diagramó, etc. Ejemplifico esto con en el programa de T.V. el “Cosby Show”.
Ciertamente Bill Cosby es un hombre monstruoso, y luego de las múltiples denuncias por violación a su persona, a mí mismo se me hace difícil verlo como el afable Dr. Huxtable que interpretaba en la serie, pero ¿qué culpa tienen los otros miembros del reparto de sus acciones?, ¿los escritores, maquillistas, guionistas, iluminadores, etc? Probablemente el Cosby Show fue el trabajo más visible de ciento de profesionales y ahora está enterrado por la culpa de la mala conducta de una sola persona del proyecto. En la industria del entretenimiento siempre se consigue trabajo nuevo por el trabajo anterior; imagínense que nos borraran de un día para el otro, 10 años de nuestro CV por la mala conducta de alguno de nuestros compañeros de trabajo.
Segundo, es inviable logísticamente pasar revista moral a los autores de todas las cosas que consumimos día a día: ¿Sé acaso si el tech que sube este texto a la web es racista?, ¿Qué haríamos si nos enteráramos que el arquitecto que diseñó la estación de Metro “Etiopía” tenía una conducta igual a la de Bill Cosby?, ¿Ya no usaríamos esa estación? ¿Exigiríamos que fuera clausurada? Foucault, afirma que en una época se consumían obras sin darle relevancia alguna al autor, pero luego la noción del autor se exacerbó en cierto tipo de obras humanas que podían resultar peligrosas para instancias de poder (poemas, canciones, obras teatrales) para poder perseguir y castigar a dichos autores, mientras que la figura autoral siguió invisibilizada en otras instancias menos transgresoras. ¿No es acaso injusto que sólo paguen un precio las obras de artistas por el desempeño de su autor mientras que las obras de químicos, ingenieros e inventores viven libres de revisión moral?
Incluso, ciertos roles dentro de la creación artística parecen estar más ligados a la obra que otros. Mucha gente decidió no ver más “House of Cards” por las denuncias a Kevin Spacey, pero cientos de películas producidas por Harvey Weinstein como “Pulp Fiction”, “El Señor de los Anillos” o “Sin City” se siguen exhibiendo sin ningún tipo de cuestionamiento.
A manera de cierre creo que como sociedad no podemos pedir la desaparición de obras de autores con una vida cuestionable, ni censurar su acceso; pero podemos A. no consumirlas a título personal o B. consumirlas teniendo una postura crítica con sus autores, como hacemos con muchos autores antiguos y sus pensamientos racistas o sexistas. Finalmente, pienso que lo más lógico sería desmitificar al autor, ¿Por qué rendirle culto a alguien que participó en un buen disco o en un buen libro?, ¿No sería mejor ya acabar con todos los dioses?, ¿Quemar todos los panteones?