
Recuperar Texas y la Roma
Mientras el Estadio NRG en Houston, Texas, se tiñó de verde, blanco y rojo por un triunfo simbólico ante Estados Unidos, en la CDMX se gritó por algo más urgente: la defensa del territorio ante un nuevo colonialismo llamado gentrificación.
Política & Fútbol
Las imágenes no se hicieron esperar: banderas mexicanas ondeando en la Columna de la Independencia, jolgorio verde, blanco y rojo, espuma por todos lados y un aire de revancha, aunque fuera tan solo deportiva. Para nuestros compatriotas que batallan del otro lado con el racismo y el clasismo, fue un buen pretexto para celebrarle en la cara a los yankees.
México le ganó a Estados Unidos en la final de la Copa Oro. Y sí, se festejó como si hubiéramos recuperado Texas. Porque, aunque el resultado deportivo sea anecdótico, hubo una dosis de justicia simbólica: nuestros paisanos en Houston gritaron como si ese pedazo de territorio volviera a ser nuestro, al menos por 90 minutos. No fue solo un 2-1, fue un “aquí estamos”.
Pero mientras celebrábamos por la vía del fútbol, en la Ciudad de México se libraba otra batalla, más compleja y más urgente: la de los barrios del centro frente a un colonialismo más moderno, pero igual de abusivo, de invasión: la gentrificación.
La marcha contra la gentrificación desenmascara a un sector aspiracionista y contradictorio de nuestra ciudad que, mientras rechaza a migrantes centroamericanos que transitan por nuestras calles, recibe con cocteles a extranjeros que provocan inflación de rentas y convierten cada fondita en brunch.
¿Que hubo vidrios rotos? Sí, especialmente los de un Starbucks en la col. Roma que apoya el genocidio en Palestina. ¿Que la xenofobia es inaceptable? También. Pero la protesta fue el grito desesperado de quienes ya no caben en su ciudad.
Los vecinos que marcharon nos están avisando que, si no hacemos algo ya, no habrá país para festejar ni barrio que defender. Ganamos en Texas, sí, pero si no nos ponemos vivos, perderemos nuestras ciudades.