
Mundial 2026: El peligro de desaparecer los antimonumentos de la CDMX
Aunque no se sabe exactamente cuántos antimonumentos existen, tan solo en el centro de la Ciudad de México hay diez instalaciones que abordan problemáticas como la violencia a los migrantes, la desaparición forzada, la violencia de género, el secuestro, los feminicidios y las matanzas.
Un antimonumento es una instalación artístico-simbólica que representa un hecho histórico doloroso, algo que hemos vivido a lo largo de nuestra historia como humanidad y que no deberíamos olvidar.
En México, los antimonumentos no son colocados por las autoridades, ni se solicita permiso para instalarlos. Por lo general, son denuncias sociales de organizaciones o activistas que se apropian del espacio público para visibilizar algunas causas sociales.
De hecho, algunos se colocan en lugares estratégicos. Por ejemplo, el reciente antimonumento por Palestina está frente al Museo de Memoria y Tolerancia, que tiene una sala dedicada al genocidio del pueblo judío en la Segunda Guerra Mundial. Esta ubicación denuncia que el Estado de Israel está cometiendo ahora un exterminio similar con el pueblo palestino.
No existe una ley que prohíba los antimonumentos; de hecho, apoyar estas prácticas de intervención social es avalar el ejercicio de derechos como la libertad de expresión, el derecho a la manifestación, el derecho a denunciar y el derecho a la memoria.
Además, la mayoría de estas denuncias se refieren a omisiones, injusticias o crímenes cometidos por el mismo Estado contra la población. Ejemplos de ello son los casos de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos y los estudiantes de 1968, quienes fueron víctimas de violencia a manos del propio ejército.
¿Quiénes quieren desaparecer los antimonumentos?
No obstante, existen grupos antifeministas, sionistas o fascistas que quisieran desmantelar o quitar estas instalaciones porque no coinciden con su “ideología”. Parecen olvidar que los antimonumentos están hechos de vidas.
Un antimonumento refleja una vida contada desde el sufrimiento, el respeto, la dignidad humana y la injusticia que causó la muerte de alguien. Es una instalación que, al encontrarla en la calle, nos recuerda nuestra condición y nuestra realidad social.
Por otro lado, existe algo llamado “limpieza social”, que ocurre cuando el gobierno desplaza o reubica a personas en situación de vulnerabilidad, o retira antimonumentos, para crear una nueva imagen de la ciudad en zonas turísticas o de interés, ocultando así cualquier tipo de carencia o conflicto.
La limpieza social vulnera los derechos de las víctimas al intentar “tapar” los problemas sistémicos de un país. Limpiar la ciudad no arregla las injusticias; por el contrario, propicia que la sociedad carezca de memoria y, por ende, del conocimiento necesario para evitar que se repitan las tragedias.
La idea central es que, como comunidad, debemos proteger estas expresiones porque son un pretexto para unirnos y fortalecernos como sociedad.
La importancia de estos símbolos se hace evidente con actos recientes de vandalismo: se robó la Cruz de los Feminicidios de la antimonumenta y se incendió el antimonumento de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Activistas señalaron que esto podría ser parte de una “estrategia para desmantelar la memoria instalada en todo el Paseo de la Reforma”.
Esta teoría cobra sentido si se considera que, con el Mundial de 2026 a la vuelta de la esquina, al gobierno le gustaría tapar el sol con un dedo.