
Milei elimina 13 programas contra la violencia de género en Argentina
Entre las iniciativas eliminadas hay programas de prevención de feminicidios y asistencia a mujeres y personas LGBTI+.
Cada 35 horas una mujer es asesinada en Argentina. Y no es una metáfora, es una cuenta regresiva real, brutal y sostenida. Pero parece que ni esa sangre alcanza para conmover al gobierno de Javier Milei, que no solo recorta derechos: también arrasa con las estructuras mínimas que intentaban sostener la vida.
La semana pasada, el gobierno anunció con orgullo tecnocrático la eliminación de 13 programas destinados a prevenir y atender la violencia de género. Programas que salvaban vidas, que sostenían acompañamientos, que tejían redes donde el Estado llegaba tarde o no llegaba nunca. Se desmantelaron bajo el pretexto de un “ahorro” de 6 mil millones de pesos.
Entre las iniciativas eliminadas están el Programa Interministerial de Abordaje Integral de las Violencias Extremas, que coordinaba acciones para prevenir feminicidios y transfeminicidios, y el Programa Acercar Derechos, que ofrecía asistencia integral a mujeres y personas LGBTI+ en situación de violencia.
También el Programa MenstruAR, que garantizaba el acceso gratuito a productos menstruales. Porque incluso menstruar se volvió ideológico para esta administración.
Pero esto no empezó ahora.
En diciembre de 2023, apenas asumido, Milei disolvió el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, creado por el gobierno anterior como una apuesta institucional hacia la igualdad. No solo desmanteló una estructura: borró una declaración de principios. Dejó en claro que la violencia de género no es su problema, que nuestras muertes no entran en sus prioridades.
Los organismos internacionales son claros: el Estado argentino está incumpliendo obligaciones asumidas en convenciones como Belém do Pará y tratados sobre derechos humanos. La ley nacional también lo exige: el Poder Ejecutivo debe contar con un organismo rector que diseñe y ejecute políticas para prevenir, sancionar y erradicar la violencia de género.
Y mientras se derrumba lo construido, se instala una narrativa de odio, de misoginia institucionalizada, de desprecio por cualquier política que no reproduzca el orden patriarcal. Nos dicen que van a abordar la violencia “desde la familia”, que quieren una “nueva perspectiva sin ideologías”. Como si el hambre fuera neutro. Como si el feminicidio fuera apolítico.
Como si el cuerpo muerto de una mujer no fuera el resultado de un sistema.
Organizaciones feministas, sociales y de derechos humanos ya advirtieron: esto no es ajuste, es abandono deliberado. Porque en contextos de pobreza (como el que el mismo gobierno profundiza), la violencia de género se exacerba. Y cuando el Estado se corre, lo que queda es la intemperie. Y en la intemperie, nos matan.