
La raza por Gaza: ¡Palestina Libre! retumba en el zócalo con Residente
Residente convierte el Zócalo en un epicentro de música y consciencia social; 180 mil almas claman por paz en Gaza
Bajo el cielo nocturno de la Ciudad de México, con luna llena la plancha del Zócalo se transformó anoche en un vasto mar de humanidad. Cerca de 180 mil personas, una marea compacta de esperanza y solidaridad, entre banderas de Palestina y banderas de México, se congregaron este sábado 6 de septiembre para responder al llamado del cantante puertorriqueño René Pérez Joglar, mejor conocido como Residente, en un concierto que trascendió por completo el entretenimiento para erigirse como un poderoso monumento sonoro a la paz, la dignidad humana y la resistencia.
El poder femenino del rap con propósito
El concierto comenzó con una descarga de energía y conciencia social. Las raperas latinas Arianna Puello (República Dominicana/España), Ximbo, Niña Dioz, Prania Esponda, Azuky y Mena (México), fueron las encargadas de "calentar motores", pero su presentación fue mucho más que eso: fue una afirmación potente del nuevo rumbo del rap en español.
Con una lírica explosiva y profundamente humana, este colectivo de artistas rompió de lleno con los estereotipos que a menudo plagian el género, donde priman las narrativas sobre fama, dinero y lujos.
En su lugar, su propuesta, fresca y necesaria, se centró en los *
sentimientos, la vulnerabilidad, la lucha social y la condición humana. Fueron "las morras hablando de humanidad", y con su poderosa presencia, no solo prendieron al público, sino que establecieron el tono de la noche: uno de autenticidad y discurso con significado.
Un Baile con Conciencia
Puntual a las 8:30 de la noche, Residente tomó el escenario. Las primeras notas del “Baile de los pobres” resonaron en la plaza con música cachonda.
Al instante, miles de cuerpos se conmovieron al unísono. La multitud, un crisol perfecto de la sociedad mexicana donde convivieron niñas, niños, jóvenes, adultos, y personas de diversas clases sociales, encontró en la música un lenguaje común.
La propuesta del artista, imposible de encasillar, fue el vehículo perfecto: una fusión audaz de rap contundente, estruendos rockeros, bases electrónicas, ritmos de reguetón y la actitud desafiante del punk, combinando las rolas de Calle 13 y las nuevas de Residente.
Fue una noche donde las etiquetas genéricas se disolvieron para dar paso puro al arte.
Colaboraciones y Confesiones
El concierto estuvo salpicado de momentos únicos que profundizaron en la conexión con el público. En un instante de especial simbolismo, Residente llamó al escenario a la cantante mexicana Silvana Estrada para interpretar juntos el clásico de Calle 13, “Latinoamérica".
Al introducirla, el artista se dirigió a la multitud y recalcó lo poderoso y significativo que era entonar ese himno de identidad y resistencia latinoamericana precisamente en el corazón de México, un gesto que fue recibido con una ovación estruendosa y emotiva.
En otro momento de raw intimacy, durante la interpretación de "René", canción que desnuda su alma y narra su historia personal, Residente se detuvo para compartir una reflexión con el público.
Habló con franqueza sobre lo difícil y despiadada que puede ser la industria musical, un medio que a menudo exige un alto costo emocional y creativo. Esta confesión abrió una ventana a la persona detrás del personaje, reforzando su imagen de artista auténtico que navega las complejidades de la fama sin perder su esencia.
El Corazón del concierto: Un artista evolucionado y su mensaje
Residente, quien años atrás revolucionó el reggaetón con Calle 13, ha completado una evolución artística que hoy solo puede definirse con una palabra: arte.
Su performance fue un viaje discursivo y musical a través de los temas más apremiantes de nuestra era. Entre canción y canción, tejió poderosos discursos sobre el amor, la resistencia, la paz, el sexo, la guerra y, de manera central y reiterada, la crítica a la guerra y la ocupación en Palestina.
Cada palabra parecía estar cuidadosamente elegida para conectar con el "feeling" del público, creando un diálogo íntimo y masivo a la vez.
“Aunque sea un mensaje que manden, hay que presionar a los presidentes, porque solo con la presión de todos vamos a lograr que los líderes del mundo tomen cartas en el asunto” señaló en cantante.
Demostró, una vez más, que es de esos contados artistas que utilizan su influencia global no para evadir la controversia, sino para iluminar las sombras del mundo con la linterna de su arte.
El momento más emotivo: La voz de Alma desde Gaza
Si hubo un instante que encapsuló toda la esencia de la noche, fue la conmovedora aparición en el escenario de Alma, una niña de 13 años, y su familia Abed. Refugiados en México desde mayo de este año tras escapar del infierno en Gaza, su presencia fue un testimonio vivo de la razón de ser del concierto.
Ver an Alma, con su vulnerabilidad y su fortaleza rompiendo en llanto, parada frente a 180 mil personas en solidaridad con su pueblo, fue un golpe directo al corazón.
No fue necesario un discurso extenso; su sola presencia fue el mensaje más elocuente sobre las consecuencias humanas de la guerra y la importancia de ofrecer refugio, tanto físico como emocional.
Fue un recordatorio crudo y necesario que elevó el evento de un concierto a un acto de memoria y compromiso colectivo.
Una sonrisa de esperanza colectiva
El espectáculo concluyó alrededor de las 10:30 de la noche, pero la energía permaneció. Los asistentes no se retiraron simplemente con el eco de la música en los oídos, sino con una sonrisa de complicidad y esperanza.
Era la sonrisa de quien fue testigo de cómo el pueblo mexicano puede reunirse de manera masiva, no bajo consignas políticas vacías, sino bajo un sentimiento común de humanidad compartida y empatía hacia el dolor ajeno.
El concierto de Residente en el Zócalo no será recordado solo por su magnitud, sino por su profundidad. Fue una demostración poderosa de que la plaza pública, el ágora moderna, puede ser un espacio para el baile, el goce y la solidaridad, pero también para la reflexión serena; para la celebración de la vida.
Fue, en esencia, una noche en la que el arte cumplió su función más noble: conectar 180 mil corazones en un mismo sentir.