
Históricas. Política & Fútbol
La igualdad en política y en fútbol no es concesión, es justicia tardía. Lo histórico no es que las mujeres entren a la cancha, sino que pronto nadie dude de que siempre debieron estar ahí.
Hace días llevo reflexionando una idea futurista: algún día existirá una liga mixta de fútbol y nadie lo cuestionará. Hombres y mujeres jugarán en el mismo equipo y nos parecerá natural. Entonces veremos hacia atrás y diremos: qué raro que alguna vez estuvieron separadas. Igual que ahora nos suena absurdo imaginar un fútbol sin tarjetas rojas o sin árbitro. Lo que hoy parece un delirio, mañana será costumbre.
La historia de México es también una cancha desigual. Hidalgo, Morelos, Juárez, Zapata, Villa: nombres que se volvieron monumento. Y las mujeres, siempre en segundo plano, reducidas a ser "hijas de", "esposas de", "sombras de". Así, María Josefa Crescencia Ortiz Téllez-Girón siempre fue para nosotros, Josefa Ortiz “de Domínguez”. Como si la patria la hubiera parido el apellido de su marido. Por eso resultó histórico el primer Grito de Independencia de Claudia Sheinbaum: nombró a Josefa Ortiz por su propio nombre y recordó a las “heroínas anónimas”, a las indígenas que también levantaron el país. Un gesto simbólico, sí, pero que corrige siglos de invisibilidad.
El fútbol moderno lleva 162 años; el femenil, apenas 54. Una desigualdad de nacimiento. La Liga MX Femenil arrastra salarios indignantes —3,500 pesos mensuales en promedio— mientras llena estadios con 58 mil personas y 37 millones de espectadores en un año. El talento existe, la afición también, lo que falta es justicia. Igual que en política. López Obrador instauró el primer gabinete paritario en 2018; Sheinbaum mantiene la regla. Hoy la Suprema Corte tiene más ministras que ministros.
El fútbol femenil y la política mexicana comparten el mismo partido: equilibrar siglos de desventaja. Lo histórico no es que ya estén en la cancha, sino que pronto nadie se pregunte por qué.