Este Día de la Niña, México gritó: ¡170 años!’; justicia para Fátima y para todas las infancias

Mientras en muchas partes de México se celebraba el Día de las infancias con festivales escolares y juguetes, en la entrada del Reclusorio Oriente se escuchaba un grito diferente: “¡170 años, 170 años!”, gritó Sonia López, tía de Fátima Cecilia Aldrighetti Antón, con el rostro empapado de lágrimas, el alma erguida y la voz firme.

Victoria Legaria 30-04-2025 / 20:06:48

No fue un grito de júbilo, sino de memoria, de dignidad, de justicia mínima. Después de cinco años de búsqueda incansable, el juez Antonio Cortés Mayorca dictó sentencia contra Giovana “N” y Mario Alberto “N”, los secuestradores y feminicidas de Fátima Cecilia: 170 años de prisión para cada uno, 100 años por el secuestro agravado y 70 años por el feminicidio, sentencia máxima prevista por la ley para estos delitos. La fecha no pudo ser más simbólica. En un país que carga con una deuda histórica con sus infancias, esta sentencia representa un paso firme hacia el reconocimiento de sus derechos y de su dignidad.


Fátima tenía solo siete años cuando fue secuestrada al salir de su escuela primaria el 11 de febrero de 2020, en la alcaldía Xochimilco. Fue traicionada por personas en quienes confiaba: Giovana “N” y Mario Alberto “N”, quienes abusaron de esa cercanía para llevársela y agredirla. Su cuerpo fue encontrado días después en una bolsa negra, con signos de violencia física y sexual.


Afuera del Reclusorio Oriente, mientras Sonia permanecía en la sala de audiencia, un grupo de mujeres organizadas sostenía una ceremonia de tradición, invocando con copal y cantos a Fátima y a otras víctimas de feminicidio, pidiendo al universo, a los espíritus, a la memoria viva, que el juez pudiera escuchar la voz de Fátima, que este 30 de abril de 2025 fuera un día de justicia, de reparación, de consecuencia, que los secuestradores y feminicidas pagaran, aunque fuera un poco, por todo el dolor que causaron. 


A la par, colectivas feministas, bordadoras, familias solidarias y defensoras de derechos humanos se mantuvieron firmes afuera del Tribunal. Cuando Sonia salió, la recibieron con tambores, flores, cruces violetas, bordados y consignas: “¡Fati, escucha tu familia esta en la lucha!”, “¡Sonia, hermana, aquí esta tu manada”.


Afuera del Reclusorio Oriente, mientras Sonia acompañaba desde adentro el cierre de esta etapa judicial, colectivas feministas, bordadoras, familias solidarias y defensoras de derechos humanos la esperaban con consignas, globos, flores y cruces violetas. La recibieron con consignas de apoyo: “¡Las niñas no se tocan!” “¡Sonia, no estás sola!”, “¡Justicia para Fátima!”. No era una celebración, era una ceremonia de valentía y resistencia.


“Son 170 años por lo que no se puede reparar. Porque nada nos va a devolver a Fátima”, dijo Sonia, tía y una de las principales impulsoras de esta lucha. “Pero este fallo es lo mínimamente justo. No es solo por Fátima: es un logro para todas las familias, para todas las niñas. Es el mensaje de que sí se puede castigar a quienes atentan contra las infancias.”


Además del castigo, el juez ordenó medidas de no repetición, instruyendo a la SEP para alfabetizar a las infancias en derechos humanos en todas las escuelas, para que puedan identificar agresiones y pedir ayuda. También ordenó reforzar los protocolos de entrada y salida en planteles escolares de la Ciudad de México, una demanda sostenida desde hace cinco años por la familia de Fátima.


“A las niñas y niños de México, les digo: si hoy alguien te está tocando, si alguien quiere agredirte, alza la voz. Corre con tu tía, tu tío, tu prima, con quien confíes. Esa persona va a saber que hoy sí puede luchar para defenderte. Porque hoy, por fin, sabemos que sí se puede castigar a quienes cometen estos delitos”, dijo Sonia ante las cámaras que la esperaban.


Esta sentencia es también producto de una lucha colectiva. La asesoría jurídica de Ana Katiria Suárez Castro y Anahí Serrano, quienes acompañaron cada etapa del proceso, fue fundamental. La sociedad civil organizada, las familias en búsqueda de justicia, el trabajo de mujeres bordadoras que han sostenido la memoria con aguja y tela, y la “Glorieta de las Mujeres que Luchan”, como espacio de encuentro, protesta y abrigo simbólico, han sido clave para sostener esta lucha y llegar a esta sentencia. Porque la justicia no se construye sola: se sostiene en la voz, el cuerpo y el amor de muchas.


Aunque la justicia llegó, la lucha no ha terminado. El proceso judicial sigue abierto para otros posibles responsables y omisiones institucionales.


En un país donde el 98% de los feminicidios infantiles quedan impunes y cada día se denuncian en promedio 50 casos de abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes, donde solo el 1.3% de los delitos sexuales contra niñas, niños y adolescentes llegan a sentencia condenatoria, la urgencia y la deuda del Estado con las infancias se hace evidente, pues casos como el de Fátima pudieron prevenirse con escuelas más seguras, con docentes más capacitados, con autoridades más diligentes.


Hoy, esta sentencia no repara, pero es un precedente, una señal, una esperanza para seguir alzando la voz por las infancias de este país. “Esto no es solo por Fátima. Es por todas las niñas, por todos los niños, por todas las familias que siguen luchando. Porque hoy su voz fue escuchada. Porque hoy, un poco, el mundo cambió.”