
Cuando el dinero patea al bien común
El fútbol mexicano y el Bosque de Chapultepec comparten una triste realidad: en ambos, los empresarios mueven los hilos del poder para proteger sus negocios, aunque eso signifique mediocridad deportiva o destrucción ambiental. Y en ambos casos, el resultado es el mismo: pierde México.
“El Vasco" Aguirre lo dijo sin tapujos: eliminar el descenso en el fútbol mexicano es un "fuerte golpe" que fomenta la mediocridad. Porque sin riesgo de perder la categoría, los equipos ya no tienen presión para invertir en cantera, formar jugadores o competir de verdad.
Pero esto no es casualidad. Los dueños de los clubes —los mismos que meten el billete— prefieren una Liga cerrada, donde nunca pierdan, aunque eso signifique menos talento mexicano, menos proyección y una selección nacional cada vez más débil.
Mientras tanto, al otro lado de la cancha, el Bosque de Chapultepec está en peligro. Con sus 686 hectáreas, duplica en tamaño al famoso Central Park de Nueva York. Y no hay dinero que deba poder comprar un centímetro de este pulmón de la ciudad.
Sin embargo, un juez —en lugar de protegerlo— quiere cambiar el uso de suelo para beneficiar a una inmobiliaria privada: Trepi. Su objetivo es convertir suelo protegido en negocio. Lo más grave es que pretende obligar al Congreso de la CDMX a avalar este crimen ambiental. El señor José Manuel Berumen, vinculado a Trepi, lleva 20 años litigando para apropiarse de un pedazo del bosque. Esto no es justicia, es avaricia envuelta de papel legal.
En el fútbol y en Chapultepec, el dinero quiere imponerse sobre el bien común. Por un lado, los dueños de equipos prefieren una Liga sin competencia, aunque el fútbol mexicano se estanque y por el otro, los empresarios inmobiliarios quieren un pedazo de bosque, aunque eso signifique menos oxígeno y menos espacios públicos para la ciudad.
¿Y tú de qué lado de la cancha juegas?