
Caudillos o qué hacer si nos falla Gilberto Mora. Política & Fútbol
Si Gilberto Mora falla, no se habrá derrumbado un mesías: se habrá exhibido una costumbre nacional de endiosar al individuo y menospreciar al equipo. La historia no la escribe un caudillo, la escriben los que corren con él. Y si algo necesitamos, en política y en fútbol, es dejar de buscar salvadores y aprender, por fin, a jugar en conjunto.
"En los libros figuran los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?
(…)
César venció a los galos.
¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?"
Bertolt Brecht
En América Latina somos devotos de los caudillos. Nos fascina el mito del hombre providencial que salva la patria o el partido. “Caudillo” —esa palabra que suena a caballo y pólvora— nombra tanto al general revolucionario como al delantero que gana solo el partido. En la historia y en la cancha, los héroes nacen del barro y acaban en mármol.
Hay dos tipos de héroes: Pancho Villa y Hugo Sánchez se ganaron su lugar aún con la cancha en contra. Por otro lado, Porfirio Díaz fue “el héroe del 2 de abril” y terminó como el tirano de una dictadura. Carlos Hermosillo, prócer de la selección mexicana acabó como esbirro de un gobierno espurio. En ambos casos, el relato fue el mismo: el individuo que encarna las esperanzas colectivas.
Hoy, el nuevo depositario de esa esperanza se llama Gilberto Mora. Con 16 años ya deslumbra en el campo y carga —sin quererlo— el peso de una nación ansiosa por encontrar su redentor futbolístico. Los memes lo advierten: “cuídenlo”, como si los demonios del futbol mexicano (la fiesta, el exceso, la soberbia) esperaran a la vuelta del vestidor. Detrás del chiste hay una confesión: seguimos creyendo que un solo jugador puede salvarnos, cuando el verdadero problema no está en la delantera, sino en el equipo.
Porque ni Juárez consiguió la Reforma solo, ni AMLO habría desmontado el PRIAN sin el respaldo de millones. Las revoluciones —como los campeonatos— son obras colectivas. Si Gilberto Mora falla, no se habrá derrumbado un mesías: se habrá exhibido una costumbre nacional de endiosar al individuo y menospreciar al equipo. La historia no la escribe un caudillo, la escriben los que corren con él. Y si algo necesitamos, en política y en fútbol, es dejar de buscar salvadores y aprender, por fin, a jugar en conjunto.
Créditos de imagen: Claroscuro.