
Capturan a uno de los responsables del transfeminicidio de Sara Millerey en Colombia
El 30 de abril, fue capturado Juan Camilo Muñoz Gaviria, alias ‘Teta’, señalado como uno de los presuntos responsables del asesinato de Sara Millerey González, una mujer trans de 32 años que fue víctima de un transfeminicidio atroz el pasado 4 de abril en Antioquia, Colombia.
Según las autoridades, el hombre hace parte del grupo criminal El Mesa, involucrado en actividades de narcotráfico y presuntas prácticas de “limpieza social”. Se le imputarán cargos por homicidio agravado y tortura, en un caso que ha estremecido a las comunidades LGBTIQ+ y a defensores de derechos humanos por la crueldad con la que fue perpetrado.
A Sara Millerey la golpearon con brutalidad. Le rompieron los brazos, las piernas, y luego la arrojaron, viva, a la quebrada La García. Desde el agua, sin poder moverse, gritó por ayuda. Sus agresores no solo ignoraron sus súplicas: la grabaron.
El video —crudo, impune, morboso— circuló en redes sociales como si fuera espectáculo. No bastó con matarla: quisieron convertir su agonía en contenido.
El transfeminicidio como forma extrema de violencia estructural
Organizaciones y activistas denunciaron la revictimización que implicó la difusión masiva de esas imágenes, y la pasividad cómplice de quienes miraron, compartieron o callaron.
Horas después, los bomberos lograron sacarla del agua. Sara aún estaba viva.
Murió al día siguiente.
Sara era reconocida en su comunidad y participaba activamente en espacios sociales. Su asesinato no solo deja un vacío personal: evidencia cómo la transfobia extrema se expresa en cuerpos concretos, con total brutalidad y, muchas veces, con impunidad.
Diversas organizaciones, tanto locales como internacionales —entre ellas Amnistía Internacional y la ONU—, exigieron que el crimen sea investigado con enfoque diferencial, y que se reconozca como lo que es: un transfeminicidio.
No es solo Colombia
Aunque el caso ocurrió en Colombia, el transfeminicidio de Sara resuena en toda América Latina. En México, Brasil, El Salvador o Perú, las personas trans enfrentan cotidianamente violencias sistemáticas, abandono estatal y discursos de odio que las deshumanizan.
La exhibición de su asesinato en redes sociales, la indiferencia de quienes vieron y no hicieron nada, y la lentitud de la respuesta institucional no son particularidades de un solo país: son parte del mismo sistema de exclusión que cruza fronteras.
Justicia transformadora, no solo judicial
Nombrar el asesinato de Sara Millerey como transfeminicidio es una exigencia política y social. Justicia no es solo una detención: es romper con la lógica que permite que la existencia trans siga siendo vista como desechable. En medio del dolor, su nombre hoy circula en velas, murales y protestas: Sara Millerey no murió en silencio. Fue asesinada en público, y eso también exige una respuesta pública.