Bolivia gira: del voto popular a la disputa entre derechas

El domingo 17 de agosto se celebraron en Bolivia elecciones generales en medio de una profunda crisis económica e incertidumbre política. El resultado marcó un giro histórico: por primera vez el país camina hacia una segunda vuelta, que se disputará el 19 de octubre entre Rodrigo Paz Pereira del PDC (32 %), candidato de centro-derecha, y Jorge “Tuto” Quiroga de Alianza Libre (27 %), representante de la ultraderecha internacional alineada con Washington.

Natalia Antezana Bosques 19-08-2025 / 12:37:48

Los resultados preliminares muestran que el viraje no se limita al Ejecutivo. Entre todas, las derechas concentran prácticamente la totalidad de la Asamblea Legislativa. La Alianza Pueblo, que postuló a Andrónico Rodríguez, según el conteo oficial al 95 %, apenas alcanza cinco diputados y ningún senador o senadora. Esto significa que, gane quien gane en la segunda vuelta, tendrá vía libre para impulsar cualquier tipo de reformas estructurales sin necesidad de negociar con un bloque popular debilitado en lo institucional.

El derrumbe del MAS

¿Cómo se llegó a este escenario después de que, por casi 20 años, el Movimiento al Socialismo (MAS), bajo el liderazgo de Evo Morales, había ganado en primera vuelta con resultados que parecían inquebrantables (54 %, 64 %, 61 %, 47 % y 55 % en los años 2005, 2009, 2014, 2019 y 2020)?

Dos factores resultan fundamentales. El primero es político: el gobierno de Luis Arce le arrebató la sigla al movimiento popular, mediante artimañas jurídicas y administrativas, además de proscribir a Evo Morales. No solo a él, sino a lo que representa. Morales enfrentó un proceso de proscripción no solo administrativa o judicial, sino también social: la campaña mediática devastadora previa al referéndum de 2016, el golpe de Estado, el intento de asesinato y, finalmente, la inhabilitación que lo dejó fuera de la elección de este año, como recuerda Valeria Duarte en su artículo “El lawfare se confirma en Bolivia y la lista de golpes blandos crece en América Latina”.

El segundo factor es económico, y resulta medular. Bolivia atraviesa una crisis que se traduce en escasez de combustibles, largas filas en las gasolineras, falta de dólares en el mercado interno e inflación cercana al 15 %. El MAS sufrió así una derrota sin precedentes: su candidato, Eduardo del Castillo, apenas obtuvo alrededor del 3 % de los votos, el mínimo necesario para mantener la personería legal del partido, lo cual aún está por definirse. El desplome es reflejo de una economía desbordada y de un gobierno incapaz de responder a los problemas estructurales.

El voto nulo y el voto popular

Ante este escenario, el bloque popular que apoyó a Evo Morales denunció un proceso viciado desde el inicio y llamó a votar nulo. El resultado fue revelador: el voto nulo alcanzó el 19,38 %, cuando su promedio histórico era de apenas 3,5 %. En números, se traduce en 1.252.449 votos, una cifra cercana a los 1.356.370 obtenidos por Tuto Quiroga, que se ubicó en segundo lugar.

El resto del voto popular se volcó hacia Rodrigo Paz y su candidato a vicepresidente, Edman Lara, que conquistaron bastiones antes dominados por el MAS, como La Paz y Oruro. Esto tiene que ver, en gran medida, con lo que se conoce como “voto castigo”, que refleja el desencanto de las y los votantes con quienes concentraron la hegemonía del poder en los últimos 20 años, ya sea en el ámbito institucional (gobierno y Asamblea) o en el social (movimientos y organizaciones).

El voto de la derecha: mismo caudal, nuevas caras

Sin embargo, sacando a Paz de la ecuación, la derecha obtuvo prácticamente la misma votación que en 2020. Entonces, la alianza entre Comunidad Ciudadana y Creemos alcanzó 2.638.139 votos; este domingo, la alianza Libre de Tuto Quiroga junto a Samuel Doria Medina y Manfred Reyes Villa consiguió 2.696.342 votos.

Es decir, no hubo un crecimiento significativo del voto tradicional de derecha. Lo que cambió fue que el electorado popular, fragmentado y desencantado, se volcó hacia figuras nuevas: un outsider como el capitán Lara y, en menor medida, el propio Paz.

¿Outsider o continuidad?

Rodrigo Paz no es un outsider. Es hijo y sobrino-nieto de expresidentes, fue alcalde de Tarija y senador durante los últimos cinco años. Su apellido está marcado por la tradición política de las élites. En cambio, el capitán Edman Lara sí podría calzar en el concepto: un policía expulsado tras denunciar corrupción, que se volvió mediático al enfrentarse con un alto mando y canalizó el voto del descontento. Fue a él a quien la gente eligió como canal de protesta contra el sistema.

Pero eso no lo hace menos peligroso. Su agenda de “bukelización” del país —mano dura, orden autoritario, culto a la disciplina— amenaza con instaurar un régimen de corte punitivo. Al mismo tiempo, Rodrigo Paz encarna una agenda neoliberal que, con el respaldo de Samuel Doria Medina (empresario, político de la época neoliberal del país y contendiente a presidente desde hace al menos 10 años), empuja hacia el cierre de empresas estatales y el desmantelamiento de conquistas sociales. En conjunto, ambos proyectos ponen en riesgo los avances de la Revolución Democrática y Cultural y del Proceso de Cambio.

La pregunta de fondo

Aquí se abre la reflexión: ¿por qué ese electorado que antes confió en el proyecto popular hoy se inclina por opciones ajenas o incluso contrarias a él? La respuesta no está solo en la crisis económica ni en las proscripciones, sino en un evidente descontento del electorado, que podría deberse a la fractura del bloque popular.

El futuro inmediato de Bolivia se define entre una derecha neoliberal con agenda internacional y un outsider con narrativa de mano dura. Pero lo que realmente está en disputa es si el pueblo boliviano —que sigue siendo popular— podrá reconstruir su unidad política para volver a disputar el horizonte del país.

Natalia Antezana Bosques
Latinoamericanista de profesión, comunicadora de vocación. Pluma y corazón, abajo y a la izquierda. #ComPol #Género #TIC