Biden renuncia a la candidatura: ¿Y luego?
Los vientos soplan fuerte. La tendencia es ya inevitable y la inercia parece imparable. Lo que empezó como un mal debate del presidente estadounidense Joe Biden derivó en un rumor corriendo por los pasillos de la Casa Blanca y de los cuarteles demócratas es ahora una ola que no para de sumar agua a su corriente: Biden debe renunciar a la candidatura demócrata.
La preocupación por su estado mental y capacidad física ha ido en ascenso en los últimos meses, casi al mismo tiempo que la campaña presidencial estadounidense ha empezado a acelerar. El debate del jueves 27 de junio, en que el presidente tuvo problemas para hilvanar frases y argumentos y no logró rebatir las insistentes mentiras del expresidente Donald Trump fue un punto de inflexión. Hasta ahora, la dirigencia demócrata y los medios progresistas, a excepción del New York Times, habían ignorado o, si acaso, rebatido esas dudas sobre el estado de Biden. Pero ahora no solo el Times le ha pedido directamente que se baje de la carrera presidencial, sino que las voces que lo reclama surgen ya tanto desde las filas demócratas como desde megadonantes como Reed Hastings, cofundador de Netflix.
Este martes, incluso, Nancy Pelosi, principal figura demócrata en el Congreso, aseguró que Biden debería al menos hacerse un test para ver cómo está de sus facultades, y esta semana también se programó una reunión virtual de gobernadores de Estados demócratas para discutir el asunto.
Mientras tanto, las primeras encuestas surgidas a partir del debate del jueves pasado, además, apuntan también a que las dudas del público, especialmente entre los independientes, sobre Biden se han disparado. Incluso algunos estados que hasta ahora y por años han sido sólidamente ‘azules’, ahora serían estados en disputa. Por ejemplo, una encuesta de OpenLabs publicada este martes sitúa al demócrata por debajo del neofascista republicano en New Hampshire, que lleva 24 años votando demócrata, y Nuevo México, que ha votado azul en siete de las últimas ocho elecciones presidenciales. Además, otros estados fuertemente demócratas ahora pasarían a estar en disputa, como Colorado o Maine.
Todo esto, tanto las encuestas como las presiones internas, hacen que la presión sobre Biden sea cada vez mayor, y parece difícil imaginar que el presidente, de 81 años, pueda aguantar mucho más. Sin embargo, convencerlo de que renuncie a la carrera es solo la primera parte del problema, pues falta otra parte clave: ¿Quién lo reemplazaría?
Para evitar que los demócratas se enfrasquen en unas complicadísimas primarias a las carreras, que podrían resultar en una crisis de imagen pública que solo exacerbaría el problema actual, hay solo una solución: La vicepresidenta Kamala Harris.
Harris no solo tiene ahora mismo el segundo cargo más importante del país, sino que es la única opción que permitiría a los demócratas poder usar libremente en una campaña de la actual vicepresidenta los mismos cientos de millones de dólares recaudados para la campaña de Biden, como explicó el periodista político Keith Olbermann este miércoles en su podcast Cuntdown.
Pero incluso si aceptamos la candidatura de Harris, hay otro problema por resolver: Si Biden debe renunciar a la campaña presidencial porque ya no está en sus totales facultades, ¿cómo justificar que sí está en sus totales facultades para seguir en la presidencia?
Solo hay una respuesta posible: No lo está. Entonces, no solo debería Biden renunciar a la candidatura presidencial, sino que debería renunciar inmediatamente a la presidencia. Esto no solo sería coherente, sino que daría un empujón extra a Harris, que, hasta antes del debate, en sondeos y focus groups no tenía mejores números que Biden contra Trump. Harris pasaría a ser presidenta por al menos seis meses, que no es poco, se convertiría en la primera mujer y la primera mujer no blanca en ser presidenta del país, y le permitiría llegar a las elecciones de noviembre como incumbente, como presidenta en el cargo.
Este movimiento parece ser un ganar-ganar para los demócratas, y pese a que por supuesto es complicado para todo el mundo aceptar la idea de bajar de la carrera presidencial al actual presidente -el incumbente casi siempre se presenta a la reelección, y la suele ganar-, la amenaza fascista que Trump representa para Estados Unidos exige medidas, no desesperadas, sino medidas valientes y contundentes. Y esta sería la más valiente y contundente.