
Asco hasta los huesos: Niñas de 10, 11 y 12 años embarazadas de hombres de ¡65 años! en México
¿Alguien quiere pensar en las niñas? ¿Familiares cómplices de violaciones? Infancias rotas, abuso sexual a niñas, maternidades forzadas y complicidad familiar. Esta es la lista de los nacimientos registrados en México de madres más jóvenes con un padre ¡hasta de la tercera edad!
Hay números que duelen más que otros. Los registros de la Secretaría de Salud de México para 2024 muestran una realidad que no podemos seguir ignorando: 30 niñas de entre 10 y 12 años fueron forzadas a convertirse en madres. Treinta infancias robadas. Treinta casos de violencia sexual que demandan nuestra atención urgente.
Una niña de 10 años en Texcoco dio a luz al hijo de un hombre de 32 años. En El Oro, Estado de México, una menor de 12 años parió tras ser embarazada por un hombre de 65 años. Cincuenta y tres años de diferencia. Eso no es amor. Eso no es normal. Eso es violencia sexual normalizada por entornos familiares y culturales que deberían proteger, no entregar a las niñas.
Cada cifra en la tabla oficial representa una menor que debería estar jugando, estudiando, soñando. No pariendo. Porque estas no son madres adolescentes. Son niñas víctimas de violencia sexual, forzadas a una maternidad que nunca eligieron ni pudieron elegir.
La geografía del silencio
Los casos se concentran en Chiapas, Guerrero, Veracruz, Puebla, Estado de México. Municipios donde el silencio cultural y la normalización familiar de estas violencias permiten que se perpetúen. Chiapas aparece repetidamente en los registros, evidenciando patrones que trascienden lo individual para convertirse en problemáticas estructurales donde comunidades enteras avalan el horror.
Las diferencias de edad entre las víctimas y los agresores oscilan entre 6 y 53 años, con una mayoría de hombres adultos de entre 20 y 50 años. Pero los casos más extremos involucran hombres de hasta 65 años embarazando niñas de apenas 10. Estas no son relaciones entre pares. Son relaciones de poder absolutamente desiguales donde adultos abusan de niñas que la ley debería proteger.
América Latina: la excepción mundial
México no está solo en esta tragedia. América Latina es la única región del mundo donde los embarazos infantiles van en aumento, mientras que en el resto del planeta disminuyen. Somos la excepción que confirma una regla terrible: donde hay menos acceso a derechos reproductivos, educación sexual integral y protección efectiva de la infancia, las niñas pagan el precio más alto.
Los datos mexicanos reflejan una realidad regional donde las niñas siguen siendo vistas como objetos disponibles para hombres adultos, donde sus cuerpos son controlados desde edades tempranas, donde sus derechos son sistemáticamente violados bajo justificaciones culturales que no son más que formas de perpetuar la violencia. El horror no está solo en el abuso, sino en las familias que lo permiten y las comunidades que lo normalizan.
El aborto como derecho fundamental
Estos casos demuestran por qué el acceso al aborto no es solo un tema de salud reproductiva. Es un tema de seguridad. De justicia. De derechos humanos. Cuando hablamos de niñas de 10, 11 y 12 años embarazadas por hombres adultos —algunos de hasta 65 años—, estamos hablando de víctimas que necesitan protección integral, no de "decisiones reproductivas".
Garantizar el acceso al aborto seguro y legal es reconocer que una niña no tiene la capacidad física, emocional ni legal para ser madre. Es entender que obligar a una menor a continuar un embarazo producto de violación es prolongar la violencia. Es aceptar que sus derechos están por encima de cualquier consideración ideológica o religiosa.
Más allá de las cifras: vidas rotas
Cada número en esa tabla representa una niña cuya vida cambió para siempre. Una menor que nunca más podrá vivir su infancia sin las cicatrices de la violencia sexual y la traición familiar. Una víctima que enfrentará no solo las consecuencias físicas y emocionales del abuso, sino también las de una maternidad forzada que condicionará su futuro.
Estas niñas necesitan más que estadísticas. Necesitan protección real, acceso a servicios de salud integral, apoyo psicológico, educación sexual adecuada y, sobre todo, el reconocimiento social de que son víctimas, no "madres jóvenes" o "casos de embarazo adolescente".
El silencio como cómplice
El silencio institucional, social y familiar que permite estos casos es tan violento como los actos que los originan. Cada embarazo infantil que se normaliza en el seno familiar, cada diferencia de edad que se ignora por "tradición", cada caso que se registra como "nacimiento" en lugar de evidencia de delito, contribuye a perpetuar un sistema cultural que sacrifica a las niñas.
Las comunidades que callan, las familias que permiten y hasta facilitan el acceso a las menores, las instituciones que no intervienen, todos somos parte de una cadena de complicidades culturales que hace posible que en 2024 sigamos viendo niñas de 10 años convertirse en madres de hombres que podrían ser sus abuelos. ¿Alguien quiere pensar en las niñas cuando las entregan como ofrenda cultural?
Un llamado urgente
Los 30 casos registrados por la Secretaría de Salud son solo la punta del iceberg. Por cada caso documentado, hay otros que permanecen en la oscuridad, protegidos por el silencio familiar y la impunidad cultural. Es urgente que México y toda América Latina reconozcan que estos no son problemas culturales o tradicionales que debamos preservar, sino violaciones sistemáticas a los derechos humanos que debemos erradicar.
Es urgente garantizar el acceso universal al aborto seguro y legal. Es urgente implementar educación sexual integral desde la primera infancia. Es urgente crear mecanismos efectivos de protección y denuncia. Es urgente dejar de normalizar la violencia sexual contra las niñas.
Porque mientras sigamos viendo diferencias de hasta 53 años entre víctimas y victimarios, mientras sigamos siendo la única región del mundo donde los embarazos infantiles aumentan, mientras sigamos registrando casos como estos sin que se traduzcan en justicia real, seguiremos fallando como sociedad.
Son niñas, no madres.
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